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¿Cuándo saltará la rana?

Por: Ingeniero Civil, Juan Sebastián Rodríguez Díaz


Estoy seguro de que, como yo, también has escuchado más de una vez la popular historia de la rana que muere por acostumbrarse al incremento de la temperatura del agua al interior de una olla ubicada sobre el fuego, sin haber intentado escapar de ese trágico desenlace. Si quisieras, sé que sería una excelente historia para compartir y reflexionar en torno a lo contraproducente que puede ser acostumbrarse a cambios que llegan a nuestras vidas sin cuestionar sus efectos a mediano y largo plazo.

A pesar de que la reflexión que permite esa historia es acertada, no es una historia verídica: la rana sí saltará al sentir que el aumento de calor del agua amenaza su vida.

Teniendo claro esto, te propongo que pienses en la siguiente situación y analogía que, a propósito, tienen todo que ver con agua, estrés, variación de temperatura, saltar y adaptarse.

El estrés hídrico que vivimos hoy es uno de los principales efectos proyectados del calentamiento global en Colombia. Y es que, de acuerdo a ONU-Agua[1], el cambio climático afecta al agua presente en el planeta de formas complejas; desde patrones de precipitación impredecibles hasta la reducción de las capas de hielo, pasando por el aumento del nivel del mar, inundaciones y sequías. Así, la mayoría de los impactos del cambio climático se reducen al agua, en abundancia o escasez; Colombia, como la mayoría de países del sur global, es altamente vulnerable a estos impactos.

Colombia y sus habitantes somos esa rana que está en el agua dentro de la olla. El fuego que calienta el agua, corresponde a la mayoría de las dinámicas globales actuales que aceleran e intensifican el calentamiento global. Por supuesto, la existencia e intensidad del fuego están por fuera del control de la rana. La temperatura del agua que poco a poco aumenta, es el conjunto de efectos negativos que trae consigo el calentamiento global a nuestro territorio y que ponen en riesgo nuestras vidas; entre ellos, el estrés hídrico que en Colombia tiene impactos severos y variados, debido a factores como nuestra topografía y ubicación geográfica. La quietud de la rana que se acostumbra al aumento de calor, representaría  ignorar o negar la necesidad de afrontar los desafortunados efectos locales del cambio climático... Absurdo e inconcebible para nuestra supervivencia humana. Por último, el esperado salto del agua, aunque suene paradójico, representa adaptarnos al cambio climático, ¡pero no quietos! ¡Actuando! Reconociendo sus efectos sobre nuestro territorio y sus habitantes; invirtiendo en mitigar riesgos; aumentando nuestra resiliencia territorial y disminuyendo la vulnerabilidad nacional ante situaciones como la disminución del nivel de los embalses o la proliferación de incendios.

Confío en que así como la rana, que efectivamente reacciona ante el calor y salta para sobrevivir, nosotros que somos susceptibles de vivir los efectos más severos del calentamiento global, también lo hagamos. La verdadera cuestión ahora que ya se empieza a sentir el calor del agua en la olla es: ¿cuándo saltará la rana?



[1] www.unwater.org/water-facts/water-and-climate-change


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