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¿El talón de Aquiles de los Puentes?

Por: Tomás Castrillón Oberndorfer


El reciente colapso de un estribo en el puente sobre el río Tonusco, en la vecindad del municipio Santa Fe de Antioquia, causando grandes perjuicios a la comunidad de una vasta región del departamento de Antioquia, obliga a volver a analizar la situación de vulnerabilidad manifiesta de muchos puentes frente a los fenómenos de socavación.

Se considera entonces, que el “Talón de Aquiles” mencionado en el título de este escrito, es la socavación de las bases de estribos y pilas de las estructuras viales. Es un fenómeno muy conocido desde hace mucho tiempo y, desgraciadamente, a través de los años, es muy repetitivo, incrementándose en las temporadas invernales. Claramente, dicho fenómeno no es exclusivamente local y se tiene información histórica de la presencia de ese fenómeno en todo el mundo, aunque sus efectos suelen ser más cruciales en los países en desarrollo.

Ante los repetidos colapsos de estructuras viales debidos a la socavación, causando ya la percepción de que se han vuelto estacionales o más popularmente, “se han vuelto paisaje”, cabe preguntar si acaso esa circunstancia no se debe a fallas en la práctica normal de la ingeniería.

Esta reflexión se justifica en informaciones como la siguiente: Hace unos doce años se presentaba una estadística del “Colapso de Puentes Colombianos”, informando que el 32% se debía al “cáncer” de los atentados terroristas y el 24% se debía a SOCAVACIONES. Asimismo, si no se consideraban los atentados terroristas, el porcentaje debido a las SOCAVACIONES era el 35%. ¡La tercera parte!

Cabe entonces, tratar de averiguar las causas para que aparentemente no se atiende suficientemente la aparición de tales fenómenos, o, en otras palabras, que no se tiene la suficiente anticipación o prevención para adoptar las medidas preventivas necesarias.

Al respecto, son muy sabias las palabras de Karl Terzaghi (1883-1963) ingeniero austríaco, considerado el padre de la Mecánica de Suelos, quien afirmaba: “La única cosa de la que un ingeniero debe tener miedo, es del desarrollo de condiciones de trabajo que no ha previsto”.

Parece ser que “Ahí está el detalle” como diría el recordado actor cómico mexicano Cantinflas, porque, aparentemente, hay deficiencias en los estudios y en la ejecución y mantenimiento de proyectos que eventualmente sean afectados por los efectos erosivos de las corrientes de agua.

Se supone que gracias a las numerosas escuelas de capacitación técnica existentes, se tiene el conocimiento suficiente del estado de la ciencia y las metodologías propias relacionadas con la dinámica fluvial, la geología, la geomorfología, los suelos, las condiciones hidrometereológicas, etc., y, asimismo, se dispone por parte de fabricantes y proveedores de servicios de una serie de elementos de refuerzo y protección de las bases y soportes de los elementos portantes y de contención. Pero ¡CUIDADO! ante el advenimiento de numerosas entidades de capacitación superior, y los vaivenes de la metas y políticas gubernamentales, puede ocurrir que el tratamiento de tales temas simplemente, no está incluido en el pénsum. ¡No se estudian!

El hecho es que al presentarse un evento catastrófico, aparecen los numerosos “fue que”.

 La primera disculpa o justificación que debe considerarse siempre, es el manejo que la entidad contratante, generalmente de índole pública, le da a la problemática, porque muchas veces dicho ente entorpece la ejecución de los estudios necesarios, bien sea por “razones presupuestales” o politiqueras, circunstancia que debe ser rechazada por parte de los profesionales involucrados, y, a la vez, informada a la comunidad.

El hecho es que aparecen una serie de omisiones que van desde la terrible circunstancia de que no se hicieron las exploraciones y estudios necesarios localizando mal los sitios de las obras, o que no se diseñaron los medios de control y protección, o que no se ejecutaron bien, o que no se les dio mantenimiento y así por el estilo.

Para que puedan ocurrir los necesarios cambios, que permitan una mejora respecto al comportamiento estructural frágil de las obras de infraestructura estratégicas relacionado con las socavaciones, es necesaria una mayor intervención de los entes que agrupan a los profesionales relacionados con la temática.

Al finalizar otro año de actividades, quiero manifestar mi agradecimiento a las directivas y al personal administrativo de la SAI que me han permitido expresar mi opinión a través de esta columna. Para todos ellos y a los amables lectores que me han honrado con su atención, les dese

¡UNA MUY FELIZ NAVIDAD Y UN MUY PRÓSPERO Y VENTUROSO AÑO NUEVO!


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