Por: José Hilario López
El nuevo año que se inicia no augura buenos vientos para nuestro mundo.
Preparémonos para enfrentar lo que se venga.
En primer lugar, la crisis climática se agudiza en todo el mundo, generando
desastres que impactan mayormente a los países más vulnerables del Sur Global,
entre los cuales se encuentra Colombia. El mundo desarrollado, principal
responsable de la crisis climática, causada principalmente por los combustibles
fósiles que han permitido la riqueza y bienestar de esos países, rehúye su
compromiso para asumir los costos que se requieren para afrontar los desastres
que sufren los países no desarrollados, los más vulnerables y con menor
capacidad de resiliencia.
Como si esto fuera poco, Donald Trump, un negacionista del cambio climático, de
nuevo presidente de la primera potencia mundial muy seguramente volverá a
retirar, como ya lo hizo en su primer gobierno, a los Estados Unidos del Acuerdo
de Paris de 2015, tratado internacional que tiene como objetivo limitar el
calentamiento global a 1,5 grados centígrados, en relación con los niveles
preindustriales.
En segundo lugar, las democracias liberales, sostén de nuestra modernidad,
languidecen en Europa y en toda América, lo qué nada bueno augura para la
garantía de los derechos humanos para las poblaciones más vulnerables, en
particular los inmigrantes, minorías étnicas y en general para las grandes masas
empobrecida de Latinoamérica, El Caribe y la mayor parte de los países del África
subsahariana.
Para el caso de nuestro país nada motiva optimismo sobre lo que se nos viene. Un
presidente acorralado por su propia incompetencia y por una oposición implacable,
que en su desesperación podría precipitarnos al abismo. Ni el oficialismo
gobernante ni las fuerzas de derecha que conforman la oposición, hasta ahora han
visualizado una salida a la polarización política agudizada a partir del Acuerdo de
Paz con las Farc, qué hoy se ha agrupado en el uribismo y el petrismo, dos
fuerzas irreconciliables, sin que surja un proyecto político desde el centro del
espectro político, donde se concentra gran parte de la población apartada de la
confrontación.
Pareciera que todo está echado a perder, pero es en los tiempos de crisis cuando
la humanidad ha generado sus grandes fortalezas para superar los infortunios.
Nuestra generación no va a ser la excepción.
Para empezar, es necesario motivar tres valores fundamentos en nuestro ánimo
individual y colectivo, para que fortalecidos nos conmuevan desde lo más profundo
de nuestro ser. Veamos:
1.Confianza y Acción., Como seres de la Naturaleza somos capaces e
inteligentes, donde ningún organismo existe sin un propósito. Para quienes
creemos en un principio ordenador del Universo, un Ser Superior como cada cual
lo conciba, así lo invocan los Alcohólicos Anónimos, Él nos ha dado su fuerza y su
poder para el cabal cumplimiento de nuestra misión terrena. Esta misión se
encuentra magistralmente expresado en el concepto de “El cuidado de si", un
proyecto de vida propuesto por los estoicos, pero que viene desde la Grecia
Clásica, que empieza por el cuidado de uno mismo mediante el cultivo de nuestro
"propio jardín interior", seguido por el cuidado de los otros, la solidaridad con los
desvalidos y el cuidado de las cosas, el compromiso con la preservación de los
ecosistemas.
2. Fortaleza y Alegría. Debemos dar lo mejor de nosotros en cada una de las
acciones que emprendamos. Para ello necesitamos alegría para encontrar las
mejores perspectivas en cada momento, y, a la vez, fortaleza interior para saber
asumir los golpes que la vida nos cause. No tengamos miedo porque El Creador
está con nosotros, así lo afirma Mateo 28, 20: «Yo estaré todos los días con
ustedes hasta el fin del mundo». Eso nos debe llenar de gozo el corazón, porque
sabemos que su guía nos va a acompañar y con esa certeza actuaremos de la
mejor manera posible.
3. Solidaridad y Cooperación. Capacidad y buena voluntad para asociarnos y
trabajar con otros cada proyecto que emprendamos. No somos islas, siempre
estamos en conexión con otras personas, por eso hay que saber respetar,
reconocer, apoyar y comunicarnos. Seguro no todos van a cooperar, pero siempre
habrá quienes están ahí para integrarse y apoyar nuestros emprendimientos.
Recordemos que nuestra supervivencia como especie fue posible gracias a la
cooperación de los primeros homínidos, que les permitió enfrentar los terribles
felinos y superarse en medio de un entorno el más hostil.
Renovados con estos tres valores fundamentales, concentrémonos en la
ejecución de nuestros proyectos. Que las dificultades que surjan no sean un
obstáculo ni nos desvíen de nuestro propósito por una vida buena, centrada en el
cuidado de si, de los otros y de los ecosistemas, todo con confianza, fortaleza y
solidaridad. Si queremos que nuestra realidad cambie, empecemos por cambiar
nosotros mismos.
Todo esto reforzado por lo que hemos llamado una Esperanza Esperanzadora,
una esperanza unida a la acción. Tal como lo expresó el Papa Francisco en la
introducción al reciente Encuentro Sinodal celebrado en la Santa Sede con
rectores de universidades latinoamericanas y del Caribe, públicas y privadas, para
motivar a la academia a “organizar la esperanza” mediante la institucionalización
de cátedras curriculares y programas de extensión a las comunidades, orientados
a desarrollar prácticas para el cuidado de la Naturaleza, nuestra Casa Común.
A propósito en el mencionado Encuentro, El Papa Francisco recordó su mensaje
dirigido a la V Jornada Mundial de los Pobres de noviembre 2021, toda una
pedagogía dentro del espíritu de la “Encíclica Laudato Si”, el cuidado de la Casa
Común, que reclama un hombre nuevo educado para enfrentar la crisis
relacionada con el Cambio Climático (que prefiero llamar el Cambio Global),
mensaje en todo extensivo al concepto Del Cuidado de Si, que en uno de sus
apartes se refiere a la construcción de la esperanza en los siguientes términos:
“No sirve hablar de los problemas, polemizar, escandalizarnos, esto lo saben
hacer todos. A nosotros nos toca organizar la esperanza, traducirla en opciones y
gestos concretos de atención, justicia, solidaridad y cuidado de la casa común”.