La situación energética actual del país se ha ido convirtiendo cada vez más en un tema complejo que no solo se limita a problemas de corto plazo, sino que se extiende a desafíos de mediano y largo plazo. Estos desafíos tienen implicaciones significativas para el desarrollo y crecimiento del país. Como se ha visto en algunos países vecinos, es muy importante evitar los problemas originados por políticas públicas erróneas y por falta de atención al mantenimiento y al desarrollo de la infraestructura. Hay que resaltar que no obstante las dificultades, Colombia cuenta con una amplia tradición de manejo institucional y técnico para su sistema energético nacional, con la infraestructura, el talento y la capacidad necesarios para desarrollar y operar proyectos energéticos de gran magnitud, destacándose la alta calidad de la ingeniería local y la fortaleza de los sistemas hidroeléctricos, con el eficiente complemente de los sistemas térmicos. Igualmente, se pone de presente el muy buen comportamiento de la confiabilidad del sistema eléctrico, asunto de la máxima importancia. El sistema ha superado varias pruebas en el pasado reciente. Sin embargo, se anticipan desafíos futuros. La confiabilidad es un valor crucial en la energía. La falta de disponibilidad energética puede ser muy costosa para un país en crecimiento y puede dar al traste con el desarrollo nacional.
En este sentido, vale la pena mencionar la gran importancia de la hidroelectricidad en Colombia, que es, en términos de energía eléctrica, el mayor recurso nacional, con la ventaja de que es una fuente renovable y de alta firmeza. Si bien se cuenta con capacidad para atender entre el 80% y el 85% de la demanda, solamente se está operando con un 60% a 65% de dicha capacidad. Ello se debe al estancamiento en sus desarrollos, que llevó a limitar el potencial de suministro real de energía. Las políticas recientes de desarrollo hidroeléctrico han llevado a que no se estén adelantando nuevos proyectos con capacidad de almacenamiento en embalses, además de que vienen disminuyendo significativamente inclusive los nuevos proyectos que trabajan a filo de agua. Esto está llevando a situaciones riesgosas en cuanto a posibles racionamientos e incapacidad para atender debidamente las crecientes demandas de energía eléctrica.
El deterioro de los sistemas se debe a una inexplicable política de parar el desarrollo de los grandes proyectos hidroeléctricos, en los cuales se cuenta con alta experiencia, con importantes potenciales de producción y con costos de generación adecuados y razonables. Esto está sucediendo bajo la presión del ambientalismo extremo, a pesar de las claras ventajas de estos proyectos para la sostenibilidad. Se unen a lo anterior las nuevas tendencias a parar el desarrollo de nuevas centrales térmicas, no obstante el envejecimiento de las existentes, con el argumento de sus emisiones de CO2 y las políticas de descarbonización del país, no obstante que Colombia es uno de los países del mundo que menos contribuye en emisiones de CO2 y, a pesar, contar con grandes reservas de carbón en el país.
Se establecieron políticas desde el anterior gobierno para dedicar los esfuerzos a las energías solar y eólica, sin tener suficientemente en cuenta sus grandes limitaciones y bajas eficiencias efectivas de entrega de energía promedio y los enormes problemas para estabilizar y respaldar los suministros de estas fuentes ante su inevitable irregularidad en la generación.
En este contexto, se hace un llamado a reflexionar sobre las políticas energéticas y la necesidad de claridad y sabiduría en las mismas para garantizar un futuro energético sostenible y confiable para el país. Esta sabiduría, en un país con inmensos recursos hidroeléctricos y de carbón, consiste en establecer nuevas dinámicas para desarrollar todo tipo de proyectos hidroeléctricos y los suficientes sistemas térmicos de respaldo para épocas de sequía. En cuanto a los sistemas solares y eólicos, deben planearse con la debida prudencia para evitar severos problemas de desbalance.
Resulta además que el gobierno ha decidido dejar de incentivar la generación propia de gas natural que pueda atender las necesidades de los sistemas térmicos. Bajo estas limitaciones impuestas al sistema, se tiene el amplio riesgo de que, por primera vez en años recientes, se presente una condición de escasa generación en las plantas a gas natural, a un nivel posiblemente insuficiente durante las temporadas de sequía. Por ello, es tan importante lograr que se haga la debida planeación, análisis e ingreso real al sistema de las nuevas fuentes de energía renovable, especialmente la solar y la eólica.
Se destaca un reciente informe de la Unidad de Planeamiento Minero eléctrico, el cual solicitó la conexión de 86,000 megavatios (de los cuales el 95% son de energía solar), a pesar de que el país actualmente tiene una capacidad instalada de solo 21,000 megavatios, Esta situación se puede calificar como extrema e incomprensible, ya que la energía debe ajustarse a la demanda. Esas enormes cifras llevan a necesidades de abundantes conexiones potenciales, pero ocultan a la comunidad la falta de firmeza y el alto riesgo de inestabilidad en caso de que se concreten todos estos proyectos y disminuya con ello el incentivo para desarrollar los necesarios proyectos hidroeléctricos y térmicos.
Es importante mencionar las dificultades con los proyectos solares y eólicos. Se menciona el aparente gran potencial de la energía eólica, señalando que La Guajira es un lugar óptimo para el desarrollo de este tipo de plantas. Sin embargo, no se logran concretar los proyectos. La construcción de la línea para conectar los proyectos eólicos ha estado estancada desde 2018 debido a problemas sociales, lo que ha llevado a empresas como CELSIA a retirar sus inversiones hacia otros países, como Perú.
Se señala la complicación de los proyectos solares, resaltando que existe el riesgo de que, por falta de líneas de transmisión, estas energías queden atrapadas, sin salida a los consumidores, un problema que ocurre si no se organizan adecuadamente las conexiones y la infraestructura.
El gobierno promueve la energía solar como una solución fundamental, pero, sin proyectos realmente instalados que en verdad tengan energía disponible, el país enfrenta serios problemas energéticos. La complementariedad entre plantas eólicas, hidráulicas, térmicas y solares es una solución viable para superar las dificultades actuales. Aunque la energía solar y la eólica son valiosas, no producen energía firme, lo cual es esencial para la estabilidad del sistema.
Hay que señalar la necesidad de contar con plantas térmicas de carbón y embalses que complementen la generación de energía, para asegurar una entrega eficiente.
Es vital entonces el desarrollo de proyectos y actividades para que la transición energética sea responsable y equilibrada, que incluya el uso de recursos hidráulicos renovables.
La delicada situación de suministro futuro del gas natural en Colombia
El gas natural es un combustible fósil muy limpio, fundamentalmente compuesto por metano. Se utiliza con claras ventajas en numerosos procesos industriales, en la producción de energía eléctrica en centrales térmicas, en el movimiento de los vehículos que funcionan a base de gas natural, que son una cantidad importante en el país, y en los hogares donde desde hace años se hizo una campaña para reemplazar la electricidad en los fogones y hornos, con gas natural, llegándose a que buena parte de los hogares del país son alimentados por redes de gas natural.
Resulta sorprendente el manejo que le ha dado el gobierno del presidente Petro al gas natural. Como quedó claramente expresado en su discurso ante las Naciones Unidas, el presidente considera que los combustibles fósiles son un veneno y que hay que erradicarlos. De acuerdo con esa idea, el presidente ha dado todo tipo de señales al país sobre su intención de suspender o disminuir las exploraciones de los combustibles fósiles, incluyendo en ellas al gas natural. Esto es supremamente delicado porque, si realmente el país decide seguir esta forma de pensar, se llegará a que no debe producirse más gas natural, como también a que hay que dejar de explorar. Con ello, se van a agotar las reservas que tiene el país y todas las instalaciones que existen para procesar este gas natural y llevarlo a los distintos consumidores, instalaciones en las cuales se han hecho inversiones gigantescas, van a quedar sub utilizadas o inútiles. Como de todas formas no se puede reemplazar el gas natural de inmediato, ni siquiera en el plazo medio, tendrá que proceder el país a importarlo. Ello implica grandes sobrecostos para todos los usuarios, incluyendo en ellos a muchísimas comunidades y personas. No es únicamente el sector empresarial el que consume el gas natural. La comunidad en general lo consume y seguramente va a sufrir aumentos importantes de precio de este producto, si se decide importar como fuente de suministro para el país.
Colombia debe cambiar estas posiciones extremistas. Más bien debe continuar con sus políticas de exploración de pozos de gas natural y de producción del mismo. El gas natural tiene muchas aplicaciones en el sector productivo, no solamente en su uso como combustible. Se requiere, por ejemplo, en los proyectos que se están concibiendo para producir hidrógeno y va a ser una fuente natural de materias primas para esos procesos y también de energía para ellos. Se requiere en muchos procesos que tienen que ver con la fabricación de plásticos, de fertilizantes, donde hay necesidad de emplearlo como materia prima.
Entonces no tiene ningún sentido que en un país que tiene escasez de recursos económicos, que se evidencian cuando el gobierno manifiesta que está corto de presupuestos para poder atender sus proyectos, se decida eliminar una de las fuentes de riqueza del país y a sustituirla por importaciones mucho más costosas. No se entiende el razonamiento en este caso, porque se va a seguir consumiendo el mismo gas natural o más en el futuro, sea que se produzca en el país o que se importe. Por lo tanto, no se puede pretextar que se destruya el sistema nacional de generación de combustibles, para proteger el planeta, si se importan cantidades semejantes de gas natural de otros lugares, entendiendo que en estas importaciones hay consumos de energía adicionales, para comprimir el gas, para expandirlo, para transportarlo y además el precio base va a aumentar. Entonces no se advierte ningún razonamiento correcto en este proceso que parece desear el gobierno.
Naturalmente que estas cosas han sido ya expresadas en la opinión pública y ante ellas el gobierno y Ecopetrol parecen responder; pero lo hacen de forma errática, para atenuar las críticas. En resumen, no se puede dar el mensaje de que vamos a acabar con el gas natural y a la vez celebrar que aparezcan pozos productores. El mercado necesita señales claras porque esto implica grandes inversiones, procesos de mediano y largo plazo, diseños y mucho trabajo de ingeniería.
En este sentido planetario, no es claro que la posición del presidente sea la más adecuada. Existen grandes controversias sobre la forma en que hay que hacer las transiciones energéticas en el mundo y no parece lógico que Colombia sacrifique sus sistemas económico y energético, para asumir el liderazgo internacional de procesos, en los cuales hay otras formas de trabajar, además de las transiciones energéticas que el presidente trata de impulsar. Es bueno anotar que estas transiciones tampoco las está haciendo adecuadamente el gobierno nacional. Entonces estamos a punto de enfrentar crisis en varios aspectos en el sector energético. Hacemos un llamado a la cordura del gobierno nacional.
Centro de Pensamiento y Formación para el Liderazgo de la Sociedad Antioqueña de Ingenieros y Arquitectos - SAI